.

Espacio de producción propia, reproducción ajena y discusión de teoría analítica sobre estructura, relaciones y cambio sociales, y de difusión de iniciativas y convocatorias progresistas.

martes, 27 de octubre de 2015

Una interpretación del pasado y del presente, y un esbozo del futuro: crisis de las democracias y declaración personal de apoyo al Espacio de Encuentro Comunista




Asalto al Palacio de Invierno, la "Bastilla rusa"
Por Arash

Nota preliminar: hacía tiempo que no publicaba en este blog. No se qué ritmo de publicaciones tendré; no se siquiera si pasará otro mucho tiempo hasta que vuelva a escribir. Lo que tengo claro es que sólo un acontecimiento tan trascendente como la convocatoria del Espacio de Encuentro Comunista, que he seguido desde antes de su efectuación, al que no he acudido principalmente con la intención de no ocupar las vacantes de quienes casi seguro contribuirían más que yo a la construcción del proyecto –se más o menos qué grado de conocimiento tengo de la obra de Carlos Marx, de los marxistas, y de sus intérpretes, y mi capacidad de aportar al debate— pero al que seguiré con todo el detalle que pueda, podría haberme despertado tanto interés en reflexionar, y tanta inspiración como para hacerme escribir esto, aunque no sea más que un articulillo de nada.
Lo dicho. Esto es "Una interpretación del pasado y del presente, y un esbozo del futuro", futuro que yo adelanto en el título aludiendo a la crisis del ideal democrático y de las libertades, y que yo propongo afrontar desde el punto de vista del Espacio de Encuentro Comunista.


¿Qué es para mi la URSS? Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases

Para mí, el nacimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas representa el entrelazamiento de la voluntad de los pueblos de convivir en paz, y del necesario proyecto humano de la terminación de unas relaciones sociales autoritarias, desigualitarias y destructivas de la humanidad del ser humano y su sustitución por unas basadas en la libertad, la igualdad y la fraternidad. Se han cometido excesos y errores –muchos de los cuales no me siento capacitado de abordar convenientemente en este momento, aunque los hemos oído a diestro y siniestro en boca de toda laya de anticomunistas que quieren desprestigiar la enorme obra del pensamiento socialista— en su desarrollo posterior, pero la esencia de lo que se pretendía con ella sigue brillando con intensidad en el presente, aunque tengamos un duro y largo trabajo de (auto)crítica y de (auto)concienciación por delante.

Fue la afirmación de unas relaciones internacionales pacíficas, ajenas a las pugnas económicas de la burguesía, después de la tragedia mundial que supuso la Gran Guerra; una afirmación que tiene un orígen concreto: la escisión, en el seno de la II Internacional, de la socialdemocracia fiel a los ideales del internacionalismo proletario, a la cabeza de la cual se encontraban, como no podía ser de otra manera, los comunistas.

En este sentido, los pueblos que convivieron en ella sólo tuvieron que soportar la crueldad de la guerra cuando el capital internacional la exportaron a los mismos en los preludios de los años 20. Fue un duro golpe que, en parte, desangró la revolución socialista de Octubre. Este sistema de lobotomización masiva del ser humano, todavía vigente en la actualidad, fue capaz de conglomerar a gran parte de los proletariados de distintos pueblos contra la Revolución en los diversos ejércitos nacionalistas de mercenarios. Y todo esto después de que, sólo unos pocos años antes, los hubiera mantenido divididos cuando, precísamente, tuvieron que estar más unidos que nunca contra la guerra. Esta "inteligencia" del capitalismo lo hizo realmente bien. Hubo de pagarse un alto precio.

Pero ello no es razón, ni mucho menos, para renegar ni de su legado ni de su grandeza, sino un motivo más para levantarse y luchar de nuevo por lo que muchos de sus conformadores lucharon en su día, porque el que no puedas en un determinado momento contra la injusticia y la desigualdad, no es razón para que te sumes a ella, como se deduce que ha hecho la mayoría de la izquierda española y europea, en la podrida situación política actual. Ella demostró que el socialismo como proyecto socioeconómico es posible además de necesario. Es cierto que en ella había una burocracia, pero en ella también se constitucionalizó, sólo unos pocos años después de que se hiciese por primera vez en la historia de la humanidad en una de la repúblicas constituyentes, dicho proyecto emancipatorio.

Aunque por supuesto no es el único, la revolución bolchevique ha sido el más magnífico acontecimiento histórico de la modernidad, y el ejemplo que ha servido y sirve de punto de partida para muchos de los que queremos que inmediatamente la clase trabajadora tome el poder, e incluso también para quienes, de entre todo lo que significa –y que a veces ignoramos— el comunismo, identificamos en él la forma de expresión y realización plena de las necesidades y capacidades de la infinidad de seres humanos e individualidades, y la libertad negada por la injusticia y la desigualdad. El proletariado ruso supo organizarse magistralmente en Consejos de Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos, formas organizativas que contenían en sí mismas el gérmen de la sociedad que querían construir: una sociedad democrática. En el seno del Imperio Ruso, la vital herramienta de la clase obrera entonces, el Partido Comunista, a medida que se iba conformando el leninismo –una de entre otras muchas interpretaciones revolucionarias del marxismo—, supo ser estratégico sin caer apenas en el pragmatismo, colaborando eventualmente con otras posturas socialistas de las que supieron crecer a su regazo y a las que supieron llevar al límite, desbordar y radicalizar a su debido tiempo; colaboración que se rompió con la ruptura comunista en el momento de claudicación de la socialdemocracia tras la adopción de su postura belicista y la colaboración con las burguesías nacionales.

La necesidad, señalada por Marx, de que la sociedad entera concentrase la propiedad de los medios de producción –lo que significa, en parte, una desconcentración, en tanto que es la minoría social explotadora y no la totalidad social la que concentra todos los medios de producción en el capitalismo y expropia el producto social para su beneficio o interés privado—, condición previa de la desaparición del Estado y de las clases sociales, es el más alto y genuíno valor que podemos encontrar en el Tratado de Creación de la URSS, más allá de interpretaciones chauvinistas, y desechando las despreciables visiones nacionalistas de la misma.

Para construir la recién nacida República Soviética de Rusia, primera expresión política del gobierno obrero en Rusia, la clase obrera rusa tuvo que enfrentarse al Estado burgués y hubo de coordinar en la medida en la que pudo los distintos Consejos a lo largo y ancho del país, creando finalmente un Congreso de los Consejos de Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos de Todas las Rusias, modelo que fue imitado inmediatamente en Ucrania, y que constituiría el futuro Parlamento obrero del Estado, primero en la nación rusa, después en otras repúblicas soviéticas (desde las que sobrevivieron como Transcaucasia o Ucrania, hasta las derrotadas e ignoradas por muchos comunistas como la de Baviera, la de Donetsk, la de Galitzia, etc) y, finalmente, en la Unión.

Es esta la manera en que entiendo a la URSS, a la revolución socialista, y también la manera en que, para mí, cobra sentido la olvidada por todos los "demócratas" liberales Declaración de Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, redactada por Vladimir I. Lenin: era una voz, la de la declaración, que se quería que fuese representativa del proletariado internacional –como internacional esperaba Marx que fuese la revolución—, reclamando lo que es suyo y le pertenece –por mucho que la ley diga lo contrario— por estar hecho de su sudor y su dolor –la riqueza, en manos de una minoría—, así como el III Congreso de los Consejos de Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos ruso, que ratificó dicha declaración de derechos de la clase trabajadora –cosa a la que se negó la mayoría de la Asamblea Constituyente, parlamento de la burguesía y sus partidos— propuesta por el Comité Ejecutivo Central de la anterior legislatura parlamentaria, era de hecho la representación de la clase obrera y el campesinado ruso que dieron voces a los partidos obreros que lo conformaron.

La Unión fue, en realidad, mucho más que la convivencia pacífica de distintas naciones unidas en su deseo emancipatorio. De esta manera, una vez recién colectivizada la propiedad, el Parlamento del Estado soviético, el Congreso de los Consejos de Diputados de Obreros, Soldados y Campesinos, también sería conocido y considerado como el Congreso de los Consejos de Diputados del Pueblo: el mismo Pueblo Trabajador y Explotado al que aludía la mencionada declaración de derechos, porque una vez abolida la propiedad privada, la presencia de la burguesía en la sociedad se convertía en una cuestión que perdía su explicación material, quedando como un testimonio del sistema de valores creado cuando esta había sido en el Imperio Ruso la clase dominante, y que persistió incluso después de la Revolución. Por eso, además de hablar de los pueblos que convivieron en la Unión Soviética, y sabiendo que el nacionalismo es una forma de división inducida de los proletarios de todos los países por parte de la burguesía, me parece legítimo que se hable del pueblo soviético: un pueblo de pueblos –que inspira muchos de los procesos progresistas mundiales en la actualidad—, unidos en el reconocimiento de sus derechos democráticos y de sus derechos como trabajadores bajo la pertenencia a una misma ciudadanía, y unidos también en el esfuerzo redentor del que son herederos, como el comunismo –y otras teorizaciones socialistas— lo es de la Primera Internacional: la Asociación Internacional de los Trabajadores.

Desde esta visión ejemplar de la revolución de Octubre, de la creación de una república de base socialista (basada en la premisa de la propiedad social/pública, entre otras) y del Tratado de Creación de la URSS (concentración de los medios de producción por parte del proletariado), todas las repúblicas socialistas de la posteridad estuvieron, aunque no fueran lo mismo, ni tuvieran la misma forma política, ni lo lograsen en la misma medida, inspiradas por sus fundamentos: el de la forma democrática de propiedad. Al que tiempo después se incorporaría un vasto y enorme sistema de cobertura sanitaria y educativa pública y gratuita, que sólo después y ante el temor de las clases dominantes de perder sus privilegios obtenidos del saqueo practicado a la mayoría social, vieron nacer los Estados de bienestar en las sacrosantas repúblicas liberales santificadoras de la propiedad privada, hoy todos desmoronándose a una velocidad vertiginosa a tan sólo 22 ó 24 años después –según versiones— de su disolución ante las pasmadas y boquiabiertas izquierdas, que han encontrado en el postmodernismo una huída hacia la derecha e incluso un camino mucho más fácil que el que supone enfrentarse a la cuestión de que el Primer Ciclo Revolucionario, lejos de haber sido superado por nuevos tiempos que no requieran la violencia revolucionaria de las clases asalariadas, terminó fracasando –siendo necesario el comienzo uno nuevo.

El fin de esas relaciones internacionales fraternas que mencionaba antes, desaparecieron simbólicamente –en realidad ya había sido fomentada desde antes por la inducción del revanchismo y de la hostilidad internacional en el interior de la Unión— cuando los proyectiles de tanque ordenados por el sepulturero de la URSS y anticomunista Boris Yeltsin volaron por los aires, en un amargo octubre, bien distinto al de 1917 –el de 1993—, el Consejo Supremo, el legítimo Parlamento del Estado entonces, asesinando a cientos de diputados, y de ciudadanos soviéticos que acudieron a defenderlos y lo barricaron junto con miles de camaradas que sobrevivieron al bombardeo de artillería, tras la llamada popular a la defensa del órden constitucional realizada por el Presidente Alexander Rutskoy. Comportamiento cuya esencia fue imitada, con total impunidad, en el Euromaidán por los continuadores del anticomunismo en la actualidad –toda condición de organizaciones nacionalistas, liberales, conservadoras, fascistas y nacional-socialistas—, en el Consejo Supremo, no en el de la extinta República Socialista Soviética de Ucrania ni en el de la Federativa Rusa, sino el de la República de Ucrania, que tras su separación de la URSS y la disolución de la misma, dejó paso a una oleada política de creciente autoritarismo y xenofobia –como en el resto de una Europa oriental que hoy está a la vanguardia del crecimiento de los fascismos— encabezada por Svoboda, Batkivshchyna y el Pravy Sektor, grupos inspirados en la peor de las corrientes de la Organización de Nacionalistas Ucranianos, la fundamentada en las ideas del colaborador nazi Stepan Bandera, y que fueron y son apoyados por las potencias norteamericana y europeas.

El "democrático" movimiento ciudadano ucraniano tan publicitado y alardeado como tal en las cadenas de televisión occidentales, sorprendió al mundo –una vez indignados y fascistas convergieron armoniosamente en las calles, tal y como se esperaba que hicisen ambos, teledirigidos por el capital— cuando una banda de matones criminales neonazis uniformados –muchos con la vestimenta de las Waffen-SS y el casco prusiano— armados con fusiles de asalto automáticos de la gama Kalashnikov, después de las contínuamente censuradas demostraciones públicas de su ideología basada en la apología del odio como lo son el apaleamiento de minorías étnicas o la quema de libros –sobre todo libros de economía y filosofía marxista—, y todo mientras se reproducía alegremente frente a los sofases las caras más tolerables y analogables con los movimientos ciudadanos del momento en Occidente, asaltaron y apalearon a varios diputados del democráticamente electo Partido de las Regiones del legítimo Presidente Yanúkovich y ocuparon los escaños por la fuerza, sólo porque, influídos por, y en acuerdo con, la extrema derecha liberal, se habían opuesto a la decisión de dicho gobierno de rechazar, con todo su derecho según los estándares internacionales, convenir con una Unión Europea empeñada en su tarea ultraliberal (neoliberal dicen también...) de polarizar al máximo la sociedad entre ricos y pobres mediante la minimización del Estado, situación que afectaba de lleno a la clase trabajadora en Ucrania. Esta minimización –Estado mínimo; proyecto original del Estado liberal que vuelve a estar a la "moda"— hace verdad más que nunca las palabras de Marx, porque si le quitas lo que de social y positivo tiene –redistribuciones de renta hacia el trabajo en forma de prestaciones por desempleo, pensiones por jubilación, intervención pública en la regulación del mercado laboral—, el Estado –El Poder político [que no es] en rigor, más que el poder organizado de una clase para la opresión de la otra (K.Marx; II, Proletarios y Comunistas; Manifiesto del Partido Comunista)— se convierte símple y llánamente en un Estado Policial.

Los partidos de la burguesía democrática que han tratado de contener las pretendidas "revoluciones ciudadanas" en Europa del este –en realidad involuciones/reacciones nacionalistas— como la revolución naranja o el más reciente Euromaidán, asustan por su impotencia a la hora de hacer frente al amenazador auge del terror blanco: esa es la impotencia que sentimos cuando vemos a los criminales que perpetraron la masacre de Odesa descuartizar a quienes saltaban por las ventanas desde las alturas huyendo del humo y de las llamas, mientras vemos que gobiernos similarmente electos a los del occidente europeo son depuestos por encima de la legalidad internacional.



¿Cuál es el balance en Europa, a comienzos del nuevo siglo y milenio? Analogías con el pasado; previsión de posibles escenarios futuros

Tras el proyecto de la Unión Europea y de la creación de unas relaciones diplomáticas entre los Estados basadas en la competencia internacional del capital, competencia entre burguesías nacionales que está llegando a un extremo, se nos presenta potencialmente un enfriamiento de dichas relaciones internacionales y la situación de un escenario prebélico –de calma tensa. A través de qué relación internacional concreta se produzca en un futuro la rotura de dichas relaciones internacionales en general, no es algo que me atreva a inferir ahora, pero siempre he considerado, desde que tengo algo de conciencia –y sobre todo después de los últimos acontecimientos en Europa del este—, que el eje que "conecta" a los Estados Unidos y la Unión Europea, con la Federación Rusa y quizás sus aliádos económicos –República Popular de China, etc— podría ser uno de los que se rompiesen. Al contrario de lo que nos intentaron hacer creer a muchos de nosotros, la Guerra Fría, que no llegó a ser "caliente" a pesar de la contínua provocación militar estadounidense en Turquía, nunca acabó, sólo involucionó desde un escenario de bipolaridad en el que la URSS aparecía como referente de las clases trabajadoras de todo el mundo que veían en ella, como mínimo, la mera posibilidad de realizar su proyecto de emancipación –la construcción del socialismo—, hasta un escenario en donde ya no existía ningún referente comparable que inspirase la fraternidad entre los pueblos y que, en caso de ser efectivamente el que contenga el inicio de un conflicto bélico, este sería cuantitativamente mundial y cualitativamente nuclear: letal, en definitiva. Resulta que, quebrado el Bloque del Este, nos enfrentamos a la posibilidad de una guerra total cuando ya ni siquiera existen proyectos de construcción del socialismo.

Comunidad Económica del Carbón y el Acero,
gérmen de la Unión Europea
El marxismo, al contrario de lo que dicen demasiados teóricos, profesores, sociólogos o filósofos postmodernos, sobre que las "grandes teorías decimonónicas" ya no son aplicables en la actualidad –sin duda merecen su necesaria actualización—, aparece como una necesaria referencia a recuperar, y a hacer recuperar a la clase trabajadora, para lograr revertir el largo proceso de desclasamiento consecuente, en parte, de unas conquistas que costaron conseguir pero que han sido utilizadas, por desgracia, como somnífero. Hemos asistido a un proceso de concentración de la propiedad y de los medios de producción en Europa paralelo al intento de creación de unos "Estados Unidos de Europa" –la Unión Europea—. Aparece la centralización acontecida en Europa hasta los días de hoy en el plano político de manera más o menos sincronizada a la centralización en la dimensión económica: territorios antes independientes, apenas aliados, con intereses distintos, distintas leyes, gobiernos autónomos y líneas aduaneras propias, se asocian y refundan en una nación única, bajo un Gobierno, una ley, un interés nacional de clase y una sóla línea aduanera (K.Marx; I, Burgueses y Proletarios; Manifiesto del Partido Comunista). Ello es lógico debido al carácter de clase que tienen los Estados, algo que las izquierdas reformistas ignoran en la actualidad creyéndose que cuando lleguen al gobierno no van a terminar obedeciendo al poder, ajeno al Estado en sí mismo.

Pero, ¿qué está pasando en la actualidad? Que la miseria está empujando a las masas a culpabilizar a la democracia de los males e injusticias que sufren.

El proyecto clásico –ni keynesiano ni "social"— del liberalismo –libre comercio, mínima o nula intervención del Estado en la economía, eliminación de fronteras arancelarias—, vinculado plena, teórica y originalmente, en Europa, con el discurso del Grupo de la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa –y especialmente por algunos de sus sectores más ortodoxos–, vinculado parcial, teórica y de manera oportunista –desde que compraron sus postulados básicos para lograr legitimidad social y para dejar de ser parte de la izquierda política, adoptando un igual de vergonzante proyecto social-liberal que dice querer "redistribuir la riqueza" sin redistribuir/colectivizar la propiedad, programa que abandonaron hace mucho— por el Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, y plena y actualmente llevado a cabo en la práctica por el conservadurismo político del Grupo del Partido Popular Europeo (EPPG, por sus siglas en inglés), cuyos partidos están ocupando la práctica totalidad de los gobiernos europeos; ese proyecto clásico del liberalismo, decía, parece que está perdiendo algo de fuerza mientras deja paso a otro proyecto que, más que con el capitalismo liberal, parece tener que ver con un capitalismo nacional, caracterizado por la división de unas burguesías que siguen erigidas en clase social dominante –algo que casi ninguna fuerza política relevante a nivel europeo cuestiona, a excepción del partido comunista griego— pero que quieren atrincherarse y amurallarse en sus respectivos Estados nacionales.

Este proceso ya ha sido iniciado reciéntemente dentro de la esfera del conservadurismo –cuyos partidos ocupan los gobiernos europeos, como decía— desde que las secciones británica y danesa del EPPG intentaran construir su propio eurogrupo parlamentario, el Grupo Demócratas Europeos (ED), de tendencia euroescéptica, que finalmente se quedó en un sub-eurogrupo parlamentario dentro de lo que era el Grupo del Partido Popular Europeo –que los reincorporó de nuevo— pero añadiéndose dicha representación euroescéptica (Grupo del Partido Popular Europeo-Demócratas Europeos).

En realidad, todavía antes, ya existía un precedente de lo que terminaría sucediendo, al igual que la actual situación sirve de precedente del futuro. Ya surgió en la segunda mitad del siglo XX, un sector de extrema derecha y ultraconservador con vínculos directos con el EPPG, muchos de cuyos partidos nacionales –no todos— conformaron el denominado Grupo Europa de la Libertad y la Democracia (EFD).

El sentido (positivo o negativo) de esos vínculos nada alentadores es bastante negativo en lo que respecta al futuro que parece esperarnos si no ponemos remedio. La sección griega del anterior eurogrupo (EFD), la Concentración Popular Ortodoxa (LAOS), fue fundada por Georyos Karatzaferis, expulsado de Nueva Democracia (en el EPPG) por sus ideas demasiado radicales. En el ultraconservador Movimiento por Francia (MPF) se hace una lectura todavía más radicalmente derechista del gaullismo, doctrina del general militar y ex Primer Ministro de la IV República Francesa Charles De Gaulle, del que también se reclama la Unión por un Movimiento Popular (UMP) del ex Presidente del partido Nicolás Sarkozy, ahora liderado por Jean-François Copé. Estos partidos ultraconservadores incorporan además a su retrógrado programa electoral un evidente componente xenófobo que los diferencia significativamente de los partidos conservadores.

Esta última interpretación personal, por cierto, no significa ni mucho menos que los conservadores europeos que –todavía— no son parte de estas señaladas corrientes ultraderechistas de finales del siglo pasado, no hayan tenido abundantes actitudes xenófobas: de hecho, el trato recibido por los inmigrantes que tratan de saltar la valla o arriesgan su vida en el mar Mediterráneo y el Estrecho de Gibraltar, a manos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado español y del gobierno de una de las secciones españolas del conservador EPPG –el Partido Popular (PP); la otra es la Unión Democrática de Cataluña, hasta hace poco federada con la liberal Convergencia Democrática de Cataluña (CDC)— no lo indican, ni tampoco el trato sufrido por los refugiados a manos de los gobiernos europeos orientales, mandados de un lado para el otro como si fueran ganado. A este repecto merece la pena mencionar la obviedad de que el libre comercio de mercancías en la UE, al igual que el libre tránsito de ciudadanos de la Unión Europea –Acuerdo Schengen— también está cuestionandose y está generando tensiones en la derecha conservadora, tendente cada vez más a acudir al viejo proteccionismo económico. Lo que ocurre es que la velocidad de cuestionamiento del tránsito libre de ciudadanos dentro de las fronteras de la Unión parece ser mayor que la de mercancías, demostrando así dos cosas: uno, hasta qué punto los inmigrantes y refugiados que vienen a la, en comparación, “próspera” Europa a ganarse la vida trabajando, son tratados inhumanamente como animales, así como su fuerza de trabajo es la mercancía con las que comercian los capitalistas con total impunidad, con su precios de mercado de miseria –sus salarios—; y dos, la estupidez propia de una sociedad agilipollada atrapada en el infernal, interminable y detestable entretenimiento alienante, desmovilizador y autocomplaciente, en la que tienen más libertad para viajar las mercancías inertes que los propios seres humanos que la componen.

Pero, con esta no negación de la potencial xenofobia de conservadores europeos, y teniendo en cuenta a los ultraconservadores, ocurre algo parecido a lo de la igualdad legal de las democracias burguesas, positiva y necesaria para su realización real y material –la igualdad real— por lo que reivindica manifiestamente, pero insuficiente por sí sóla porque aquellas –las democracias burguesas— consagran la desigualdad con ese eufemismo llamado derecho a la propiedad: la igualdad formal ante la ley entendida, entonces, como una fuerza impulsora. Así pues, además del conservadurismo euroescéptico, el ultraconservadurismo –que además de euroescéptico también es programáticamente xenófobo— aparece como posible alternativa frente a las "demasiado tímidas" opciones actualmente gobernantes, para las burguesías nacionales que quieren evadir su responsabilidad en la rotura de las relaciones internacionales y en la crisis capitalista, y focalizarla en el proletariado de otros pueblos. Esos programas electorales abiértamente xenófobos significan reafirmaciones de ello. El que aparezcan en su programa apartados xenófobos es una facilitación de que efectivamente se lleven a la práctica políticas xenófobas mucho más duras contra la inmigración.

Todos los gobiernos orientales de la Unión Europea, aquellos presentados debidamente por los medios de comunicación como los "menos tolerantes" en comparación con los "tolerantes" gobiernos occidentales, y que son presentados como los partidarios por excelencia del cierre de fronteras y de que ningún refugiado de la República Árabe Siria o de cualquiera de las otras naciones expoliadas y amenazadas por el capitalismo occidental la cruce, son del Grupo del Partido Popular Europeo, igual que los supuestos "tolerantes" gobiernos europeos occidentales que han sido interesadamente diferenciados así por la prensa sólo porque no han tenido la oportunidad de demostrar lo xenófobos que pueden ser al no haberse tenido que enfrentar a las avalanchas de refugiados que huyen de la guerra imperialista que ellos mismos han provocado en Oriente Medio en su calidad y capacidad de definir las relaciones internacionales desde los gobiernos; inmigración masiva de refugiados de guerra que sí que les afecta de primera mano a los gobiernos europeos orientales. Todos esos gobiernos, los de un lado y otro de la "Europa dividida" de la que hablan en los noticiarios, son conservadores. Imagínense como serían los gobiernos no ya conservadores sino ultraconservadores que ya han incorporado puntos xenófobos a sus programas políticos.

Concejal toledano del PP por Talavera La Nueva
Podemos poner como meros ejemplos de la crisis europea de la democracia liberal varios casos. Los militantes del partido ultraconservador griego –Concentración Popular Ortodoxa (LAOS)—, por ejemplo, sienten simpatías por la Dictadura de los Coroneles. Podríamos analogar tal situación con la existencia (y no es ninguna suposición) en España, de partidos y organizaciones simpatizantes con la Dictadura franquista, o incluso dentro del propio Partido Popular. El caso danés es otro ejemplo. El ultraconservador Partido Popular Danés (DFP, por sus siglas en danés), referente de la griega LAOS y más radical que el paisano conservador Partido Popular Conservador (DKF, en danés), además de por su postura contra la "islamización", destacó también por su postura en contra de la entrada de Turquía –un Estado que ha jugado un papel clave en el proyecto globalista liberal yankee y europeo de desestabilización de la República Árabe Siria mediante el armamento del mercenario Ejército Libre Sirio— en la Unión Europea, por ser un país árabe.

Son estas, tendencias políticas ultraconservadoras, la griega o la danesa, que en el primer caso ejemplifica una tendencia a deconstruir la necesaria legitimidad social que necesita la democracia liberal –en la medida en que la Dictadura de los Coroneles no es, o no ha sido al menos hasta la crisis económica, especialmente popular en Grecia; y representa un modelo político alejado de la misma— para ocultar en una superestructura democrática lo antidemocrático del sistema económico que consagra legalmente, y que en el segundo, parece interferir en los planes del imperialismo del gran capital, interesado en saquear Oriente Medio –cuando el mencionado país árabe, Turquía, que alberga también las bases militares y los silos de misiles interbalísticos del ejécito imperial de la OTAN, es fundamental para su desestabilización— y extender su mercado con unas condiciones que favorezcan la "libertad económica" de la oligarquía occidental para expoliar, y que planteen menos obstáculos, como los que sí que suponen los deseos de soberanía de los países de dicha región.

En cuanto al primer caso, algún despistado (y vaya que si los hay) podría deducir que estas opciones políticas antiliberales, y más aún, cualquiera de las otras opciones antiliberales, estaría realizando una buena labor al "poner al descubierto" lo estructural del capitalismo. 'Nanai'. Estas opciones políticas no son socialistas: no están por la labor de colectivizar la propiedad. Sólo están proponiendo, dentro del capitalismo, una alternativa a la democracia liberal, que sólo puede ser la dictadura fascista, la expresión más plena de la dictadura del capital, que ya prescinde de las libertades democráticas porque no las necesita. Todo aquello que las opciones extremistas del conservadurismo cuestione de la legitimidad de la democracia liberal, sólo está preparando el terreno para formas políticas y de Estado mucho más autoritarias. Si a esto le sumamos la idiotez profunda e irresponsabilidad de la mayoría de dirigentes de las organizaciones de la real socialdemocracia existente, que han tratado de enfrentarse símplemente al "neo"liberalismo, es decir a la tendencia supuéstamente "novedosa" del liberalismo de minimizar el intervencionismo en la economía, nos encontramos con un devastador panorama: el de la socialdemocracia (la realmente existente, me refiero) haciéndole el favor a la derecha conservadora, empeñada en salvar el capitalismo restableciendo las fronteras arancelarias; panorama nada exagerado y perféctamente asumible no de creer, sino de comprobar científicamente, tras la alianza de Syriza con los Griegos Independientes (ANEL), que están alineados con el euroescepticismo del partido conservador británico y demás partidos conservadores euroescépticos.

Ambas –las tendencias antiliberales y antidemocráticas y la interferencia en el proyecto liberal de la Unión Europea, de los partidos ultraconservadores griego y danés, respectivamente— son pruebas de que el Estado liberal, dejando al márgen el desarrollo acelerado llevado a cabo por el todavía grueso de los conservadores, desde los gobiernos, hacia su vuelta a los orígenes que le vieron nacer –un mercado totalmente desregulado, un diseño teórico del Estado centrado en la represión de la clase trabajadora o "Estado mínimo" (sin seguridad social, ni prestaciones por desempleo, ni pensiones; sólo con policía y con leyes cada vez más autoritarias como las de la Ley Mordaza), ausente de barreras arancelarias (lo que cataliza el saqueo imperialista de los Estados centrales del capitalismo a los Estados periféricos y a la vez aumenta el revanchismo de la derecha conservadora), etc—, está perdiendo terreno frente a las cada vez mayores tendencias económico-políticas de los conservadores europeístas –en la medida en que, como vemos a diario, practican una represión contra las masas que cuestiona y atenta en la práctica contra las libertades democráticas—, frente a la tendencia de los conservadores euroescépticos –en la medida en que cuestionan dichas libertades democráticas y, además de eso, comienzan a incorporar en sus proyectos medidas proteccionistas y aislacionistas, no mucho mejores que las librecambistas predominantes hasta ahora—, y frente a la tendencia de los ultraconservadores –en la medida de todo lo anterior y, además, en la adopción explícita de programas políticos basados en la coartada por excelencia que necesita la clase propietaria burguesa para desplazar las culpas y la responsabilidad que tiene de la crisis económica capitalista a las clases trabajadoras de otros pueblos: la xenofobia.

Y todo este percal mencionando a la derecha que comparte una cosmovisión estructural conservadora que tiene más presencia en el Parlamento Europeo, es decir, sin hablar siquiera de otras tendencias políticas también pertenecientes a esa cosmovisión que, a pesar de estar en crecimiento, todavía no están tan presentes en las instituciones y no tienen eurogrupo parlamentario, como el social-conservadurismo/nacionalismo conservador representado por el europartido político Alianza Europea por la Libertad (EAF) –conformado por el Frente Nacional de Le Pen, desde donde se propuso un "carnet de ciudadanía por puntos" para los inmigrantes o la pena de muerte, que apela a la mismísima concepción represiva, y no restitutiva, del Derecho; el Partido por la Libertad holandés, que como el anterior se opuso a la Constitución Europea y también a la entrada de Turquía en la UE; el fundado por el antiguo miembro de las SS, Anthon Reinthaller, el Partido por la Libertad de Austria; o la separatista y xenófoba Liga Norte, uno de cuyos eslógans electorales en el pasado fue "Roma ladrona", haciendo referencia al sur del país en comparación con Padania, jústamente el sector más pobre y trabajador de Italia, evidenciando lo burgués, reaccionario y fascista de su nacionalismo separatista—, el neofascismo tercerposicionista  –caso del Movimiento Social Republicano, del que no voy a hablar por ser este una organización sobrádamente conocida en España; del observador Unión Panucraniana "Svoboda", partido criminal cuya gran expresión de la "libertad" que incorporan en su nombre está materializada en el asesinato y genocidio practicado contra un centenar de izquierdistas y comunistas por pensar diferente, y por ser sindicalistas y trabajadores, durante el incendio provocado en la Casa de los Sindicatos en Odesa aquel trágico día después del 1º de Mayo; o de los miembros Movimiento por una Hungría Mejor, la observadora búlgara Unión Nacional Ataque, y la observadora polaca Orden y Justicia, teniendo esta última 136 diputados nacionales de los 460 totales— representado en muchos casos por la organización continental Alianza Europea de Movimientos Nacionales (AEMN), o el fascismo clásico del Frente Nacional Europeo –la Falange Española y de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista victoriosa de la pugna de siglas en la Transición española, el Partido Nacional-Demócrata de Alemania, la italiana Fuerza Nueva, o los asesinos griegos de Amanecer Dorado, son ejemplos del mismo— que ni siquiera busca una renovacion estética.

Otras organizaciones neofascistas que al igual que las anteriores mecionadas de la AEMN también pretenden una reedición renovada del ideario fascista, como la extinta Falange Española Auténtica (FE-JONS(A)), esa facción facciosa del falangismo que se dice hedillista y no franquista –esa es su elaborada "renovación"— y que piensa que el franquismo y el nacional-catolicismo fue una "tergiversación" de los ideales de Jose Antonio Primo de Rivera –cuando la realidad pura y dura es que fue la consecuencia necesaria del falangismo original—, u otras tendencias como el nacional-socialismo "revolucionario" –estos son nacional-socialistas strasseristas y no hitlerianos: su crítica a la Alemania Nazi es que "sólo sustituyó una dictadura multipartidista por una unipartidista", manera cínica de ocultar su desprecio a la democracia liberal, a la pluralidad política y a las libertades democráticas—, o esa aberración humana malintencionada del "nacional-bolchevismo" –influenciada por la anterior; estos no sólo son antisocialistas y antiliberales como los tercerposicionistas; sino que, seguidores del "cuartoposicionismo", también son "antinazis" (no se lo creen ni ellos)—, son ajenas a la AEMN pero son parte del mismo intento relegitimador de una forma de Estado autoritaria no sólo en la práxis, como pueden llegar a asemejarse puntualmente los Estados liberales (y lo han hecho en la historia), sino en la propia teoría

La coyuntura en la que nos encontramos, la del fin del capitalismo liberal y el inicio del comienzo del capitalismo "nacional", se ve corroborada por el crecimiento de todas las tendencias políticas anteriores que he explicado.

Todo lo anterior adquiere un carácter crítico también en Occidente tras comprobar la enorme simpatía que ha despertado en las masas la tendencia política del estilo de las "revoluciones de colores", "revoluciones indignadas" o "revoluciones ciudadanas" en el oeste europeo y en norteamérica: el Movimiento 15-M, el Movimiento 5 Estrellas o el Occupy Wall Street, siendo las dos primeras las que más relevancia han tenido, en España e Italia, respectivamente. El segundo de los movimientos de ciudadanos indignados está en alianza con los ultraconservadores xenófobos del UKIP, por cierto, motivo por el cual, la "democracia directa antipartidos" y fascista del M5S fue incorporada sutílmente, ante el silencio mediático del mismo capital que fue promotor del mismo, en el Grupo Europa de la Libertad y la Democracia del que formaba parte el UKIP: este se renombraría Grupo Europa de la Libertad y la Democracia Directa, ni más ni menos.

Estos movimientos han realizado una crítica moralista o idealista que ha estado dirigida, cuando no a meros cabezas de turco –políticos—, sólo a la gran burguesía –banqueros y grandes empresarios—, y ha sido realizada en clave reaccionaria. Las premisas de las que han partido para la elaboración a toda velocidad de su proyecto han sido: la recuperación de la financiación del consumo y el re-endeudamiento con las corporaciones financieras que, cuando vuelvan a pedir ese crédito de vuelta en la siguiente crisis, volverán al ataque contra los Estados; y la recuperación de la competitividad en la producción y el comercio. Estas críticas son reaccionarias porque pretenden un viaje en el tiempo al anterior período del Estado de bienestar. Pero resulta que los viajes en el tiempo al pasado no son posibles, a no ser que se "viaje" como se ha hecho: traspasando las rentas del trabajo a las del capital, empobreciendo y empujando a la pobreza a la clase trabajadora lo que, señores, precisa y contradictoriamente niega el Estado de bienestar, algo que son incapaces de comprender. La izquierda socialdemócrata (no los movimientos de ciudadanos indignados), por cierto, se incapacitaron ellos mismos para comprenderlo, desde que pensaron que el marxismo, en su especial habilidad de predecir la evolución de las contradicciones entre capital y trabajo, les restaría votos y legitimidad, en comparación con la legitimidad de la que gozan los partidos burgueses, a los que quieren imitar. 

Estos movimientos de ciudadanos indignados han tenido el objetivo de salvar a la pequeña burguesía, su modo de vida y su situación en el sistema socio-económico. Estos movimientos, además de por su composición orgánica interclasista, por su discurso así planteado, lideran por el momento, de una manera demasiado cercana para sus seguidores, dicho cambio/cuestionamiento de las actuales relaciones internacionales, de la forma política del Estado, o de la democracia: son los partidos “nuevos” surgidos poco después de los movimientos de ciudadanos indignados que, no del mismo modo pero de manera similar a la (ultra)derecha conservadora –con la que, como ya se ha visto, han llegado a aliarse electoralmente—, plantean su oposición a la austeridad en dichos terminos ciudadanistas y nacionalistas; interclasistas y no de clase; algo en lo que parece que ya ha sido derrotada la izquierda europea (PIE), como parece deducirse de un vistazo sobre los últimos acontecimientos sucedidos en las secciones española y griega.


CONCLUSIÓN

Ninguna de las opciones políticas con mayor presencia institucional  influyen en el curso de los acontecimientos ni en la lucha de clases, desequilibrada desproporcionadamente en contra de los trabajadores. 

Dentro de la derecha, el conservadurismo libra una tensión entre el sector más moderado (el que más lentamente cuestiona las libertades democráticas y se niega a desistir del proyecto federal europeo) y el que encabeza y marca la tendencia (antifederalista y euroescéptico). Las opciones extremistas de la derecha conservadora, como el ultraconservadurismo, el social-conservadurismo, el neofascismo y el fascismo clásico decimonónico, están dispuestas sin aspavientos a acabar formalmente con el régimen de libertades. La inmensa mayoría de la derecha liberal (clásica y social-liberal), de la que no debemos ignorar tampoco la crueldad con la que pueden llegar a concebir el Estado, está dispuesta a mantener por la fuerza un pasajero estadio particular del capitalismo, mientras el espectro de la derecha conservadora se erige en líder de su continuación (falsamente rupturista) mediante su propuesta estrella, el proteccionismo económico, lo que tiende a hacer crónica y no puntualmente recurrente, sobre la base de la competencia económica capitalista, la guerra imperialista, creando un clima mucho más agresivo que cualitativamente poco tiene de rupturista con el capitalismo liberal (primera y segunda guerra de Irak; golpes de Estado en Kirguistán, Georgia, etc; golpe de Estado en Ucrania, armamento de ejércitos mercenarios en Libia y en Siria), excepto por lo que significa en materia democrática.

Dentro de la izquierda, la socialdemocracia, desprovista de herramientas teóricas y metodológicas que se lo permitan, tampoco es capaz de salir de la lógica absorvente de un parlamentarismo que, limitado de tal manera por el poder económico, ya no parece plasmar sino la creciente inutilidad de la actividad política parlamentaria, si se quiere orientar, claro está, hacia un cambio social significativo y no hacia cualquier banalidad de corto recorrido. La confrontación contra el  "neo"liberalismo nunca puede ser un pretexto para abandonar la lucha contra el capitalismo y por la construcción del socialismo, ni tampoco puede ser utilizada para reforzar el mensaje que lanzan a las masas las derechas conservadores de todo tipo, con las que los últimos movimientos de masas por excelencia, se aliaron electoralmente (ejemplo de la alianza M5S-UKIP); con las que coinciden en su tercerposicionismo ideológico; con las que se asemejan en su perspectiva nacionalista del fin del capitalismo liberal.

Ante esta grave situación; ante la casi segura claudicación de la socialdemocracia europea; ante la ruptura que significa la posición de los comunistas griegos; ante esta pésima situación de descontento con el decimonónico proyecto liberal que está siendo canalizado por el conservadurismo; es decir, en respuesta a la iniciativa reaccionaria de la derecha por arremolinar el descontento popular, es más necesario que nunca, para comenzar, la reconstrucción del diálogo comunista en torno a una serie de puntos y conceptos en los que los comunistas y los que, como yo, se sienten comunistas y queremos serlo desde la razón, coincidimos: la lucha de clases como motor de la historia, la necesidad de que la clase trabajadora ocupe el centro de las luchas sociales, la dictadura del proletariado como alternativa necesaria a la dictadura del capital, la preparación del proceso insurreccional, y la construcción de la sociedad socialista.

Declaro mi apoyo y adscripción personal a lo expuesto en el Espacio de Encuentro Comunista convocado el 26 de Septiembre de 2015.

No hay comentarios:

Publicar un comentario